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Yo, hasta que no tuve el conocimiento de que esto existia, que había unos Muñecos con un parecido tan enorme a un cuerpo humano, tenía siempre un sabor amargo en mi vida. Yo, una mujer divorciada, cercana a la treintena, con encuentros esporádicos con que al tercer polvo, ya se creen que son tus dueños, me consumía poco a poco en una especie de garganta enorme que me iba tragando. Mis mejores relaciones siempre han sido con otras mujeres. La mayoría mujeres casadas, que están hasta el gorro del aburrido que tienen al lado. Hoy en día, sigo con alguna de ellas. Encuentros esporádicos. Andrea, casada con un director de banco, está al tanto de mi relación con mis dos Lo cierto es que está sorprendida de lo bien que me ve. Hace dos años que nos conocemos, y hemos charlado muchas veces sobre la de vida que nos había tocado. Yo divorciada y ella harta. Estamos de acuerdo en que nos gustan las pollas, pero no lo que hay detrás. Como decía Serrat: "Me gusta todo de ti, pero tú, no". Sabemos que debe haber de la hostia por ahí, pero no nos han tocado a nosotras. Como siempre le hablo de lo bien que me lo paso con mis dos una tarde, después de comernos el coño bien comido, corrernos mil veces y cabalgar nuestros muslos hasta que no podíamos más, me dijo por qué no contaba al mundo mi experiencia con los Muñecos, e incluso, por qué no los vendía yo misma. Lo cierto es que la idea no me parecía descabellada. Yo trabajaba en IM Digital, le hable a mi ex-jefe, Juan Carlos, del proyecto y le gustó mucho la idea. Yo tenía algo de pasta ahorrada, Andrea y Juan Carlos me ayudaron, con otro poco, para poder dar el primer empujón, y aquí estoy. Para cuando me apetece una polla real, que me sucede, tengo un par de amigos, dos bellas personas, con los que hecho un polvo de vez en cuando. Y nada más. Son estupendos, personas de fiar, con los que hablo con total sinceridad. Pero ya les he dejado claro, que no quiero saber nada de convivencia. Estoy mejor así. De momento, el amor está aparcado. No sé si vendrá o no, pero no lo necesito, porque desconfío mucho de los finales infelices. Prefiero una cenita tranquila, seguida de un polvete, y luego cada uno a su guarida. Me siento más segura así. No necesito más.
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